domingo, 4 de mayo de 2008

3º PREMIO GUILLERMO FABIÁN LANDO


Querida:

Abrumado por la indocilidad del viento, intangible transporte de arena y pena o soledad siempre. Ahora que pesan los años como antiquísimas hojas de palmera. Ahora que duelen los recuerdos, las palabras enmohecidas de tus cartas, las fotos nuestras que nos ironizan desde su juventud imperturbable. Ahora que duele absolutamente todo excepto aquello que vivimos (o tal vez), vuelvo la mirada a donde nunca el corazón del hombre osó engalanar con el olvido.
Agobiado por la incertidumbre de lo mundano y lo incierto te busco exasperado entre tus líneas. Te recuerdo por todos los recuerdos que te nombran, tu sonrisa apenas ausente, las noches imaginando como un insomne crónico qué mirabas cuando cerrabas los ojos y te escapabas para vivir cualquier excusa, mientras yo, abrumado por tanta quietud, por tanta mansedumbre pasional, te añoraba consternado de poemas a vos y mellaba esa distancia incomprensible con monólogos y cuentos de invierno.
Ahora es cuando gimen las nostalgias, las antiguas respiraciones asimétricas, ahora que las sombras giran como torbellinos y nos miran de frente como a unos desconocidos, imaginando qué hubiera sido de nosotros sin la oportuna soledad de conocernos, de haberte mirado con los ojos en nadie más, de haberte fijado en mí así como era.
El viento araña las persianas viejas afanosamente buscando cómo penetrar el alma ahora que me siento dolido de tu ausencia, y yo resisto llamándote con mi silencio, buscándote entre tanta dispersa monotonía, escribiéndote esta carta sin tiempo sólo para que sepas lo que siento ahora que vuelvo la nostalgia a donde nunca, no sé por qué, pude vivir ésto que he vivido.

Te quiero.

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